La Peste
Durante la edad media murió casi el 50% de la población, debido a las constantes epidemias de peste, que asolaban las ciudades con asiduidad.
Originalmente esta epidemia tiene sus orígenes en Asia, ya que de ahí datan sus primeros informes en 1320 en el desierto de Gobi por donde pasaban las caravanas de la ruta de la seda. En 1331 la epidemia llegó a China, al extremo oriental de Rusia llegó en 1338 y en Europa se la detectó en 1346.
¿Cómo se contagiaba?
El contagio era a través de las ratas a humanos, mediante la picadura de pulgas de roedores infectados, con la bacteria Yersinia pestis. Era más común en áreas rurales y existían diferentes grados de severidad:
• Peste Bubónica, que es la aparición de bulbos en los ganglios, con síntomas que van de la fiebre alta, dolores de cabeza, escalofríos y caída de la presión arterial.
• Peste septicémica, cuando la infección pasaba a la sangre, se diseminaba y se manifestaba como manchas oscuras en la piel.
• Peste Neumónica, es la más grave, donde las bacterias se pueden ir a los pulmones.
Los doctores de la Peste Negra
Los médicos encargados de atender a los enfermos por este mal, debían vivir completamente aislados de la sociedad, familia y amigos, ya que tenían una alta probabilidad de contagio.
Estos doctores además debían vestir de una manera especial, con una larga túnica de cuero, guantes y sombrero de ala ancha. En su mano llevaban un bastón que usaban para remover pacientes, evitando en lo posible el contacto físico, pero lo más sorprendente, es el segundo uso que tenía ese bastón. Muchos pacientes entendían que estaban sufriendo un castigo de Dios por sus pecados y entonces le pedían al médico que les pegara con ese bastón como parte de su arrepentimiento.

Pero lo más característico de esa vestimenta, era una máscara larga, con pico de pájaro, tenía cristales para proteger los ojos y el médico respiraba a través de ese pico, para filtrar las miasmas y malos olores. Era común que se colocaran y se renovaban con frecuencia, trozos de ámbar gris, hojas de menta, mirra, láudano, pétalos de rosa, alcanfor, clavo de olor y todo lo que al médico le pareciera que podía neutralizar toda esa maldad que había en el aire.
Como curiosidad habría que añadir que los enfermos eran visitados por un sacerdote antes que por un médico, pensaban que la peste era un castigo enviado por Dios y que solo mediante el rezo y suplicas acabaría el mal pandémico.