¿ Por qué hay naranjos en las calles de Sevilla?
Los naranjos en Sevilla, como toda la historia que rodea a esta milenaria ciudad, tiene su origen mitológico e histórico.
Según la mitología, la ciudad fue fundada por Hércules, su primo Euristeo, le encomendó 12 trabajos, la undécima de sus encomiendas era robar la manzana dorada del jardín de Hespérides, se pensaba que este fruto asociado a la naranja, otorgaba la inmortalidad. Después de realizar este encargo numero 11, Hércules llego a Sevilla para descansar, antes de realizar su ultima labor, dejando en la ciudad la manzana dorada.
La historia, nos cuenta que las naranjas, de origen chino, fueron introducidas por comerciantes Genoveses durante el siglo X, siendo los musulmanes, los que implantarían rápidamente el uso de este árbol, ya que se creía que con su plantación se aseguraba la felicidad de su dueño.
Algunas teorías afirman que los naranjos pasaron del uso privado al uso en los shan o patio de abluciones de las mezquitas, donde siempre se coloca una fuente en el centro, para realizar el acto de purificación y los naranjos acometerían la función de dar sombra, prueba de ello, lo tenemos en el denominado patio de los naranjos de la catedral de Sevilla.
¿Desde cuándo los naranjos están en las calles de Sevilla?
Desde 1910, el arquitecto regionalista Aníbal González, que sería designado director de las obras de la Exposición Iberoamericana de 1929, decidió transformar la ciudad, trasladando lo que antes solo se podía ver en jardines privados al urbanismo de las calles.
En la actualidad Sevilla es la ciudad con mas naranjos del mundo, entorno a 40.000 aproximadamente, recogiéndose cada año 1,2 millones de kilos de naranja amarga, que a su vez desde principios del siglo XX, se usan para realizar mermeladas o incluso para aromatizar la ginebra.
Sin duda hoy día no entenderíamos una Sevilla sin naranjos, que se han convertido en emblema significativo de la ciudad, otorgándole colorido, frescor, y notas embriagadoras de perfume con el característico olor a azahar que desprenden sus calles.